viernes, 29 de octubre de 2010

Querido buzo




Este cuento está presentado a un concurso. En cuanto se sepa el resultado, volveré a incluirlo aquí

martes, 26 de octubre de 2010

Tic tac


No me puedo creer que me haya abandonado… que me haya cambiado por otra. Es algo que me duele en el alma, justo al lado de las rueditas de mi corazón. Duele duele duele duele… En este momento no sé si quiero morir o sólo quiero olvidarle.
Y sin embargo… sé que él sigue aquí a mi lado. No parece hacerse dado cuenta, nunca se da cuenta de lo que yo hago o dejo de hacer, lo que yo sufro por él, lo que yo daría por su vida… Nada de eso lo aprecia, y es por eso por lo que hay muchos días que me dan ganas de llorar. Pero aún así debo seguir viéndole y haciendo como que no pasa nada, haciéndome la tonta.
                No sé qué es exactamente lo que nos pasó. Llevamos ya tres años viviendo juntos, pasando todas las horas, los minutos, los segundos uno al lado del otro. Son miles las noches que he pasado a su lado, suspirando por su piel, acariciándole todo lo posible…
Y es en estos momentos, oyendo el tic tac de mis manecillas dentro del cajón, cuando entiendo que un reloj no es para siempre. Entiendo que me ha utilizado todo este tiempo, que no me quería a mí sino que sólo quería aprovecharse de todo lo que yo le daba. Que podía haber sido yo o podía haber sido cualquier otra…
Y que, como no, los hombres te abandonan en cuanto consiguen a otra. Nos pasa hasta a los relojes.

lunes, 25 de octubre de 2010

Hikkikomori

Hikikomori  – Sola en la multitud

Sin fuerzas ya, sin llanto. Sin ojos llorosos ni miradas tristes a través de la ventana.

He tapado los cristales de mi ventana con tela negra para no ver el exterior por miedo a que el exterior me pueda ver a mí. No puedo más, no sé dónde esconderme.

Lo único que me acompaña todas las largas horas son las paredes, éstas paredes tan blancas que siempre han estado allí. Estas paredes ahora desnudas que antes habían estado plagadas de fotos, de posters. Posters asesinos que me miraban con reproche, que me exigían cosas de las que no me siento capaz.

Miradas de hombres y de mujeres que habían sido mis ídolos, aquellos a los que me había querido parecer y que, sin embargo, hasta la más dulce mirada suya  me lo reprochaba todo. Ahora, sin embargo, con las frías y dulces blanquecinas paredes me he sentido un poco más fuerte.

Sólo lo suficientemente fuerte para salir de mi habitación por primera vez en varios meses y caminar descalza por mi casa cuando mis padres duermen.

Salgo a la terraza y contemplo la ciudad de Tokio con temor. La noche me cobija, ella es mi aliada. Las luces parpadeantes de las farolas me hacen daño a los ojos, pero mi piel agradece el contacto con el tibio viento fresco.

No sé si algún día volveré a salir. Mi corazón derrama sangre mientras una tristeza intensa se cobija en él.

No sirvo para nada, me han dicho tantas veces. Tantas veces que he terminado por creérmelo. A mis padres les da igual que no salga de mi cuarto, mi madre se limita a dejarme una bandeja con la cena en la puerta y a recogerla al día siguiente para repetir el mismo proceso por la noche.

Hace mucho tiempo que no veo a nadie, ninguna silueta humana se cruza conmigo. Pero hace aún más tiempo que no me atrevo a levantar la mirada del suelo para enfrentarme a los ojos de otra gente.
Estoy sola, sola entre una multitud que me aplasta y me empuja. Y me han empujado tanto que mis piernas no quieren responder.

Vuelvo a mi cuarto y abro el armario. Sin saber por qué, cojo una chaqueta oscura, la más oscura que encuentro y me la pongo, con miedo. Hace meses que no me pongo una chaqueta porque no la necesito dentro de mis paredes blancas. De mi protección de paredes blancas. Ahora, ni la más pura blancura podrá protegerme.

Cojo las llaves de mi casa y dinero. Mucho dinero, de hecho. Todos mis ahorros para ser exactos. Y, tras un suspiro, salgo de mi casa.

Despacio y muy lentamente. Es de noche y no quiero encender ninguna luz. No quiero que nada descubra mi lugar, mi paradero. No quiero encontrarme a nadie, porque nadie quiere encontrarse conmigo.

Salgo de mi edificio y un frío intenso se apodera de mí. A pesar de todo, a pesar de la noche cerrada, de las luces parpadeantes de las farolas y de mi corazón sangrante que grita por volver a entrar, sigo mi camino. Poco a poco mis piernas vuelven a tener fuerza. Poco a poco recupero de mi memoria perdida las rutas oportunas para recorrer la ciudad sin toparme con nadie, por callejones oscuros y muchas veces siniestros.

Acabo delante de un edificio de una planta, ambientado en el estilo oriental de principios del siglo pasado. Los farolillos de papel iluminan un cartel que reza “karaoke”, mi destino. Entro en él y sin que la dependienta me mire mucho me alquila por unas pocas monedas una habitación para mí sola.

Tampoco a ella me atrevo a mirarla a la cara a pesar de ser amable. Cordial, amable y sumisa, como exigen todos.  En toda nuestra conversación no levanto la vista del suelo, y para cuando entro en la sala que he alquilado mi corazón vuelve a llorar sangre.

Cierro la puerta corredera y me apoyo en ella sin hacer ruido. Nunca hago ruido, debo ser silenciosa como un conejito, nunca debo incordiar, molestar, ni siquiera respirar. Como la soledad que me rodea, debo ser invisible.

Camino por entre las mesas vacías e imagino que están llenas. Las saludo con la cabeza, hago reverencias a los señores más importantes que me han acompañado hasta aquí y por primera vez en mucho tiempo me siento bien. Ésta gente no me señala con el dedo, no me exige nada. Parece que ésta gente no me reprocha ni me piden que sea perfecta. En mis sueños, todo aquel que me rodea me quiere por como soy. En mis sueños, yo dejo de ser un número más en una lista cualquiera y paso a ser alguien importante para la gente que para mí es importante.

Llego hasta el pequeño escenario de madera que se levanta apenas unos palmos en el que hay una televisión, un equipo de música y un micrófono. Lo enciendo y preparo todo como había hecho hacía años en los que venía a este mismo sitio con mis compañeros de clase.  Con mis antiguos compañeros de clase, pienso, aquellos mismos que luego me destrozaron la vida entre otras muchas personas.

Finalmente y tras muchos suspiros indecisos, decido ponerla. La canción, mi canción, aquella que no he tenido aún el valor de volver a escuchar en todo este tiempo pero que me sé de memoria y canto mentalmente a todas horas. Aunque sé que no debo hacerlo, no puedo evitarlo. Aunque sé que es un tormento hacerlo, no puedo evitarlo; y no puedo evitarlo porque en el fondo sé que ese es mi problema.

Cojo el micrófono, indecisa, mientras suenan los primeros acordes de la canción Endless Rain, del grupo X-Japan. Me duele, me duele esa melodía. Me taladran esos suaves acordes, bellos como ninguno, que me atrapan en una espiral de la que no puedo salir.

El cantante comienza a cantar antes de que yo haya cogido fuerza para acompañarle. Me agarro el pecho sintiendo que voy a estallar, sintiendo como todos estos meses de soledad intensa hacen mella y me destrozan

LLUVIA SIN FIN    *


Caminando en la lluvia
mi cuerpo queda empapado por el dolor.
Allí me encuentro en la soledad.
Sólo mátame
o déjame vagar hasta que pueda olvidar este odio.

Para mí dormir es una confusión
donde mi corazón se desploma suavemente.
El amor fluye sacudiendo mi cuerpo.
Como las rosas de mis recuerdos
guardo tu amor dentro de mí.

Lluvia sin fin... cae en mi corazón, en éste corazón herido.
Déjame olvidar todo el odio, toda la tristeza.


Mis piernas vuelven a fallar, mis tobillos pierden fuerza y mi alma me desquebraja a cada sílaba. Pronto me encuentro sentada en el suelo, agarrándome las rodillas con fuerza mientras sollozo con más intensidad. El micrófono resbala desde mi regazo hasta el suelo y se queda allí, sin fuerzas como yo, desamparado y triste sin nadie que lo recoja.

Días de alegría y días de tristeza pasan lentamente,
mientras intento retenerte te desvaneces ante mí.
Eres como una ilusión.
Cuando despierto mis lagrimas se han secado en las arenas de los sueños;
soy una rosa floreciendo en el desierto.

En un sueño estoy junto a ti;
sujétame cálidamente en tus brazos

Lluvia sin fin...cae en mi corazón, en este corazón herido.
Déjame olvidar todo el odio, toda la tristeza.

Despierto de mi sueño:
no puedo encontrar mi camino sin ti.

El sueño ha terminado.
No puedo oír más tus palabras gentiles.
Cuando despierto por la mañana
mis recuerdos reproducen mis sueños.
Hasta que pueda olvidar éste odio

Lluvia sin fin... cae en mi corazón, en este corazón herido.
Déjame olvidar todo el odio, toda la tristeza.

Lluvia sin fin… déjame estar una vez más en tu corazón,
deja a mi corazón meterse en tus lagrimas, meterse en tus recuerdos...


-Por favor… por favor… -susurro.








*Traducido del japonés y el ingles







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Esto es de hace... tres años, en uno de mis arranques a escuchar grupos japoneses. Lo leo ahora y me parece bastante cutrillo, pero como le tengo mucho cariño y lo que es la idea me gusta, no lo he cambiado.

sábado, 23 de octubre de 2010

Todo lo que sé



Con admiración, Fran pasó la mano a apenas unos milímetros de la piel de la chica, contemplando como el débil vello se levantaba al paso de su piel. Tumbada a su lado estaba la mujer más hermosa que había contemplado en mucho tiempo. Piel suave y pálida, ojos grises ahora cerrados en busca de las caricias más deliciosas del mundo, y una sonrisa en la boca que él deseaba arrebatar a besos.
Los labios carnosos respondieron al suave contacto de los del chico, con dulzura, acariciando su alma con ese beso. Algo dentro de Fran cambió de repente, como si una pequeña llama hubiera iluminado una habitación que hasta hacía poco había encontrado en la oscuridad. El primer beso de toda una noche que resultaría deliciosamente larga, pensó.
Las ropas desaparecieron en muy poco tiempo, y cuando el chico se dio cuenta descubrió a un ángel reencarnado en el bello ser que tenía delante. Una silueta blanca, perfecta, se hallaba boca arriba encima de la cama, mirándole. Acarició los muslos, maravillado, y subió por el vientre mientras la seguía contemplando. Vanessa se dejaba acariciar, respondiendo con belleza y sonrisas a la mirada fascinada de él. Le cogió la mano y la besó, haciendo que el mundo se parara durante unos segundos.
La silueta perfecta se levantó de la cama y se puso en pie. El pelo negro de ella calló a ambos lados de su cabeza, formando una cascada  que llegaba a tapar sus pechos, recordándole a Fran a una sirena de cuento. Ella, una vez más, se dejó contemplar a apenas un metro de él.
-Ahora eres incluso más hermosa que antes… -susurró el chico. Ella sonrió con más dulzura aún y Fran se sintió derretir de placer. La chica bajó la vista y el flequillo calló graciosamente delante de sus ojos. Fran levantó la mano y se lo apartó delicadamente hasta detrás de las orejas, como en las películas de amor. Ante una princesa, era lo menos que podía hacer. Sus ojos se encontraron y fue ella la que rompió el contacto visual al acercarse y darle un beso. Un beso suave, lento y húmedo, lleno de sentimientos que gritaban por dejarse oír. El chico se sintió atontado de pronto ante tantas sensaciones juntas, pero decidió olvidarlas todas para que una sola palabra resonara en su mente: Vanessa.
-Y tú… -susurró a su oído con picardía -¿vas a estar toda la noche con miradas o me vas a enseñar todo lo que sabes?
Todo lo que sé, pensó Fran. Todo lo que sé es que nunca había contemplado a un ser más perfecto que este. Nunca pensé que pudiera sentirme tan pequeño al lado de otra persona…
Todo lo que sé es que, probablemente, la acabe amando de alguna forma u otra. Todo lo que sé, o lo que puedo suponer, es que esta noche será inolvidable.




Esto es ya de hace tiempo... ¿un año, dos? Y es uno de esos escritos que no quiero que se pierdan. Como no, va dedicado a un chico que pincha como la fibra de vidrio

viernes, 22 de octubre de 2010

Metro 2033


 Esta es una imagen real del metro de Moscu... ¡yo quiero ir!


Metro 2033, Dmitri Glujovski

Año 2033, Moscú. Hace años se desató una guerra nuclear que acabó con toda la vida que conocíamos de la superficie. Los únicos humanos que sobrevivieron se encuentran bajo tierra, en el metro de Moscú. Dicho metro fue construido durante la Guerra Fría para salvar a los moscovitas en caso de ataque nuclear…
Los supervivientes que consiguen vivir en la gigantesca red de metro lo hacen gracias al musgo, las setas, la cría de cerdos y de gallinas y el té (lo del té puede resultar ridículo, pero es necesario para el desarrollo de la historia)
Artyom, un superviviente que lleva prácticamente toda su vida bajo tierra en la estación VNDKh, por motivos que escapan de su control se ve sumergido en una aventura que le llevará por toda la línea de metro para intentar salvar a los últimos supervivientes.



Ahora mi opinión:

Se trata de una novela muy buena, original y bien escrita. El primer capítulo engancha muchísimo al contarte este momento en el que se encuentra la civilización, pero a mi parecer el libro decae bastante en las siguientes 150 páginas. El inicio es relativamente lento –cosa que se agradece por la cantidad de información que te da -, pero lo que sí es cierto es que llegado a la mitad del libro no lo puedes soltar. Yo pretendía dejar el libro a mitad viendo en lo sosín que se había convertido, pero me recomendaron que lo siguiera o me arrepentiría el resto de mi vida. Lo seguí y no me arrepiento de haberlo hecho ^^
                Qué más contar… Podemos ver una increíble evolución en Artyom desde el inicio de la novela hasta el final. En ese sentido, me gusta muchísimo ver cómo se va llenando como si fuera una jarra vacía con las opiniones y puntos de vista de la gente que conoce. Cronológicamente no es una novela que lleve mucho tiempo (a lo sumo… ¿un mes? No sabría decirlo porque en el metro siempre es de noche…) pero el pobre Artyom las pasa canutas en toda su aventura…
                Su género… yo lo calificaría como terror-aventura (en ese orden).
                El final… ¡increíble! Es el final del libro ideal: todo se aclara y te deja además con un sentimiento de culpabilidad tremendo. Sólo por ese final, que para entenderlo hay que haber vivido toda la novela, merece muchísimo la pena el libro.



jueves, 21 de octubre de 2010

El zombi bueno

El zombi bueno

Había una vez, en este mundo de locos donde los muertos se levantan y los vivos no descansan, un zombi que sentía necesidad de comerse a sus semejantes. En su fuero interno, el zombi no entendía por qué tenía que perseguir a humanos frescos y cansarse corriendo cuando podía alargar la mano y arrancarle trozos a sus compañeros.
Además, el zombi era un buen chico, no le gustaba matar. Pensaba él ¿si puedo comer de alguien a quien no  le duele, por qué tengo que comerme a un vivo? Pero sus compañeros no le entendían, pensaba que estaba loco.
Al zombi bueno le gustaban los gatos, pero a los gatos no les gustaba el zombi bueno. El zombi bueno se sentía triste por ello, se sentía solo y sucio, pero nadie le consolaba. Ni siquiera su mamá zombi, que le echó de casa en cuanto descubrió a su hijo caníbal comiéndose un dedo de  uno de sus hermanos. A su hermano no le había importado prestarle su dedo, pues no le dolía en absoluto.
El zombi bueno un día decidió coger su macuto y salir en busca de otros zombis buenos como él. Anduvo y anduvo  durante semanas, meses, hasta que sus piernas se pudrieron tanto que no pudo seguir andando.
Se sentó en el suelo y descubrió que de su cuerpo salían pequeños gusanitos. No se había parado nunca a observar su piel, y hacerlo le llenó de alegría cuando descubrió que él también podía albergar vida.
En el fondo no soy tan malo… Yo también puedo crear vida, sonrió.






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Esto está basado en uno de los cuentos de Aimee Bender  titulado "Entre Nosotros", del libro Muertos Vivientes, Antología de Christopher Golden.
Libro muy recomendable si lo que te gustan son las historias de zombies muy pero que muy originales. Prometo hacer un análisis en cuanto me lo acabe

miércoles, 20 de octubre de 2010

Maldito bastardo

Esto viene del sueño de la siesta que me eché hace media horita XD Que bueno, el sueño no era así, sino una modificación a la hora de escribir.

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Maldito bastardo

Cuando le vi entrar por aquella puerta, pensé que mis ojos me iban a delatar. Un escalofrío recorrió toda mi espalda, de arriba abajo como si no contara con huesos que me fueran a sujetar. Habían pasado tantos y tantos años que podría estar perfectamente confundida, pero…. Estaba segura de que era él. Esas cosas no se olvidan nunca.
Rondaría casi los setenta años y el poco pelo canoso que le  quedaba estaba revuelto por el viento que nos azotaba desde hacía varios días. Tenía los ojos de un color gris que antaño se me hicieron fríos y calculadores y que ahora estaban teñidos de pena, nada de la lujuria con la que yo los conocí.
Anduvo hacia mí en aquella pequeña tiendita del barrio y me miró, esbozando una sonrisa.
-Buenos días, señorita. ¿Podría decirme si tienen tabaco? –me preguntó.
No me reconocía. Me dio vergüenza ajena este hecho.
Le señalé la estantería donde teníamos el tabaco expuesto y se puso a examinarlo. Mi cuerpo se había puesto rígido, tenso, alerta. Estaba preparada para defenderme en el caso de que sucediera lo mismo que había pasado cuarenta años antes. No en vano, ese hombre me había arruinado la vida y me había hecho pasar varios años yendo a un especialista.
Maldito bastardo…
El viejecito adorable volvió a donde yo estaba con una cajetilla. Miré la marca pero no me hubiera hecho falta, porque ya sabía qué tipo de tabaco le gustaba a aquel hombre.
Maldito bastardo…
Le cobré y el hombre, tras despedirse cordialmente de mí, salió y pude ver como saboreaba el cigarrillo que acababa de adquirir. Abrió su boca, su maldita boca, y exhaló el humo que él consideraba bendito.
Maldita boca…
Se marchó, no volví a saber de él nunca más aunque sabía perfectamente su nombre.

Maldito bastardo...

Se supone que ahora debo presentarme...

Que conste que a mi comenzar así de frío... ni me mola ni me motiva. Me parece algo muy simple y muy falso,pero bueno.

El por qué de este blog es, simplemente... que tengo cosillas escritas y que me gustaría subirlas a algún sitio. Ya me ha pasado que escribo, el ordenador muere, y me quedé sin lo escrito. Y es una tremenda putada U_u Pero bueno, a ver si con esto no me ocurre.

Hace ya mucho tiempo empecé a escribir por una amiga mía del momento. Nos creamos infinidad de historias juntas que, luego cada una por su lado, continuó. Así que ya sabéis mi comienzo, y mi final... espero que aún quede rato.

¿Mis aspiraciones con-para este blog? Pues no abandonarlo, escribir y subir mínimo una cosa por semana y... ¿volverme famosa? No, esto ultimo no.

Por ultimo: tengo casi 20 años (¡mentiroooosa, te queda aún!) y estoy en 2º de periodismo. Vivo en las Islas Canarias y en cuanto tenga dinero o de donde sacarlo, pretendo salir escopeteada a la península XD A Barcelona, por ejemplo, que me gusta.